Una mano gigante que cuenta historias


En plena Meridian Ave. justo donde ésta colide con el Boulevard Dade en South Beach, Miami Beach, hay un solar, un espacio para recordar y rendir honores a seis millones de caídos.

Blancas y brillantes piedras de Jerusalén contrastan con el frío negro del granito que reviste las paredes de un monumento semicircular, sobre las cuales está escrita, breve y concisamente, la historia del Holocausto.

El visitante que recorre silencioso, leyendo y observando fotos grabadas en la piedra negra, poco a poco comienza a hacer un viaje a través del tiempo, desde 1933 hasta 1945. Luego, llega a una cúpula solemne, donde la luz de una llama perenne y el canto triste de niños israelitas crean un atmósfera de respeto y aún más de congoja. Un túnel sombrío, apenas iluminado por estrechas canaletas de luz solar, se abre como alternativa para continuar. Los nombres de los distintos campos de concentración grabados en las paredes de éste preparan al espectador a enfrentarse a lo lejos con la figura esculpida en bronce patinado de un niño que llora desesperado. El visitante entra en un recinto circular en cuyo centro se erige una mano gigantesca de 43 pies de altura hecha del mismo material, de cuyo antebrazo penden familias enteras que hablan de dolor, de angustia. Seres que se reconfortan entre ellos y que piden ayuda a un mundo que sólo respondió con la indiferencia, al menos hasta que fue demasiado tarde para salvar a seis millones de judíos que perecieron bajo los lúgubres designios de la esvástica Nazi.

La mano se abre al cielo, como una flor, como una pregunta, como un último gesto moribundo, marcada en su muñeca por un número: identificación del campo de concentración de Auschwitz para los prisioneros. A su alrededor y en tamaño natural están algunos de los caídos, como para que de cerca y más reales el visitante pueda comprender en su propio fondo la esencia de la tragedia. El recorrido continúa con paneles de granito sobre los cuales están grabados los nombres de centenares de víctimas. Todo cierra finalmente, en el jardín de los lirios: una lagunita de 200 metros de diámetro de aguas oscuras y tersas plagada por blancos lirios. Un panorama perfecto para la reflexión.

El diseño del monumento y de las esculturas estuvo a cargo del arquitecto y escultor Kenneth Treister, bajo la petición de la comunidad judía de Miami, una de las que alberga la mayor cantidad de sobrevivientes del Holocausto, y que en 1984 decidió construir un lugar para rendir homenaje a sus víctimas y dejar sentado un precedente inolvidable para futuras generaciones, siguiendo el ejemplo de Filadelfia, Atlanta, San Francisco y Detroit. El Comité del Monumento al Holocausto fue constituido formalmente al año siguiente y con el apoyo de la Junta de Gobierno Municipal de Miami Beach dieron comienzo a la construcción que duró más de cuatro años. Fue inaugurado el 4 de febrero de 1990 y está abierto al público de 9 AM hasta el atardecer todos los días. Para más información llame al 305-538-1663 o visite su website: www.holocaustmmb.org.

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